¡Más vale tarde que nunca!
Con muchísimo retraso publicamos el relato y la fotografía ganadores del certamen de expresión artística que se propuso para celebrar el Día de la Paz . El punto de partida de las dos obras artísticas fue el lema «Cuídame que yo te cuido». Damos la enhorabuena a las autoras del relato (Celia García Cordero de 4º ESO B) y de la fotografía (Laura Yu Gutiérrez de 4º ESO A).
CUÍDAME QUE YO TE CUIDO
de Celia García Cordero
Aclaración de la autora:
Antes de comenzar a leer la historia, te voy a hacer unas pequeñas preguntas. Respóndelas sinceramente por favor.
¿Qué es la paz?
Si nos vamos a un diccionario nos dice que la paz es una situación en la que dos opuestos no están en guerra y están tranquilos, no tienen malentendidos entre ellos. Pero para mí es un estado en el cual tanto tu mente, tu cuerpo y tu alrededor no compiten entre ellos para saber cuál de ellos controla tu alma, sino que se ponen de acuerdo para controlarla.
¿Crees que todos deberíamos aprender como nuestros actos influyen en los demás?
Todo el mundo dirá que sí, pero al fin y al cabo muchos son unos hipócritas y seguirán haciendo daño sin pensar. A algunos les da muchos remordimientos y no paran de pedir perdón luego, porque saben lo que es hacer daño o se sienten mal por los demás. Algunos están solos solo porque decidieron alejarse después de que alguien les dijera algo sobre su ropa o su personalidad. Al fin y al cabo, todos somos humanos y pues nos equivocaremos alguna vez.
Antes de comenzar la historia, esta iba a ser más larga pero entonces sería una novela, no un relato. Tampoco tienen nombres debido a que no soy muy creativa para poner nombres.
¡¡Disfruta!!
Historia:
Personas con grandes alas
Felices y animadas
Amigables y desenfadadas
Que nunca son malas
Mas si tocan suelo
Pierden todo vuelo
Y RESPETO DE TODO SU PUEBLO
Jejejeje… ¿Qué os parece esta pequeña introducción? Se canta mucho en mi región. Tremendo pareado que me salió de la emoción. Bueno dejemos de lado las rimas y pongámonos serios. Así es soy una persona alada, pero no persona
del todo. Nuestros antepasados fueron unos dragones extraños de los que apenas tenemos registros escritos solo fósiles y partes de nuestro cuerpo. Por ejemplo nuestras especie de antenas, las patas con garras y las orejas aladas. De ahí el nombre de nuestra especie, Stello Alatus. Se sabe que de esos antepasados salió otra especie, pero se desconoce su paradero. Los Alatus de mayor edad siempre rumorean que se encuentran debajo de la niebla de los Acantilados del Fin, lugar que mis antiguos amigos y yo solíamos visitar para pasar las tardes. En fin, después de tremendo tostón puedo comenzar MI VERDADERA HISTORIA.
Nací en una familia normalita, buenos padres, economía estable y segura. Siempre fui una chica feliz que socializaba con los demás. Pero los demás me usaban, me decían de todo y me comía yo misma la cabeza. Como aquella vez que por tan solo hablar de un tema delicado una persona cambió completamente, sintiéndome culpable y asumiendo la culpa. Incluso estuve vomitando y no podía dormir. Haciéndome que me distanciase de todos y todo. Después de mucho tiempo llegué a la adolescencia. Conocí a varias personas, quedábamos diariamente para tirarnos por los Acantilados del Fin y planear. Buenos momentos aquellos, sintiendo el aire en las alas, el pelo. Ese sentimiento de estar vivo y pasarlo bien con personas que te importan. Cuando gané confianza con ellos empecé a tratarlos de forma distinta. Al principio tenía miedo de que me odiaran por ser como realmente soy, así que cuando tenía mucha confianza en ellos decidí ser mi verdadero yo. Cosa que no acabó muy bien, acabó peor de lo que esperaba. Empezaron a dejarme de lado, conspirar en mi contra, diciendo cosas falsas de mí. Empecé a odiarme, empecé a tener pensamientos oscuros como matarlos, matarme, matar esa voz de la cabeza…
¿Por qué la adolescencia es tan difícil? Mi cabeza es un desastre, intenté pedir ayuda, intenté dar señales. Nadie hacía caso. Lo único en mi mente era desaparecer. Odiaba mi cuerpo mi vida y todo. ¿Oye que es esta sensación? Es como si algo me impidiera seguir hacia delante. Estoy empezando a fallar muy seguidamente. Perdón ¿Por qué pido perdón? ¿Por existir? ¿Por decir una palabra? ¿Por ser estúpida? Ayúdame no sé dónde estoy. ¿Por qué estoy cansada de estar cansada? Ayuda…Ayuda…….
Una bella tarde de otoño decidí salir sin que nadie me viera. Pero para mi sorpresa una vecina me vio. Yo tenía una cara un poco fuera de lo normal, después de dos días casi sin dormir normal que estuviera así. Me preguntó si me encontraba bien, yo solo sonreí y seguí hacia delante. Llegué a los Acantilados, mi plan era tirarme hacia la niebla y que todos me olvidaran. Así que eso hice, me acerqué al borde y me dejé caer. Podía volver a sentir el viento en el pelo, cuerpo, pero era distinto sin planear. De repente recordé, todavía quedaban mis padres. En el último momento abrí las alas. Esta vez sí se sentía como antes, gané la altura suficiente como para volver al llegar al borde. Cuando estaba a punto de llegar, me sorprendió lo que me encontré arriba. Mis antiguos amigos, me miraron con una cara de asco. Vi como uno de ellos cogía una piedra, me aparté un poco e intenté llegar más alto. Pero el sujeto me tiró la piedra directa al ala. Perdí el vuelo al instante, cayendo en picado. Escuchando risas. Esta vez sí me habían abandonado. Cerré los ojos.
-Os amo a todos. -dije riendo de forma sarcástica.
Al abrir los ojos me encontré en un bosque. Muy bonito, tenía lucecitas voladoras y otras gigantes que andaban. Me intenté incorporar
– ¿Dónde estoy? – Me rasqué la cabeza.
Unos arbustos comenzaron a moverse. Y para mi sorpresa de ellos salió una chica muy guapa. Llevaba unas lentes como felpa y se parecía un poco a mí, pero… Tenía orejas puntiagudas, antenas más finas y largas. Lo más impactante era. ¡¡QUÉ NO TENÍA ALAS!! ¿Podría ser ella parte de la especie esa con la que compartíamos antepasados? Lo único que sabía en ese momento es que ella era guapísima.
-Tu ser Alatus. Alatus no deber estar aquí. – Me dijo mientras me extendía la mano.
-Hablo tu idioma, te entiendo perfectamente- Agarré su mano para incorporarme.
-Bueno es que no sabía. Se supone que debes estar allí arriba, si otro Dilopkirin te ve estás muerta
-Que me maten allí arriba ya no me quiere nadie. – me quité el polvo de la falda. –Espera un segundo, ¿Por qué no me matas tú? – Dije con la esperanza de morir mirando alguien que en mucho tiempo si se había preocupado en ayudarme, aunque apenas e conociera.
-No puedo, mi conciencia me lo impide. Soy incapaz de matar. Así nunca podré ver el cielo y me quedaré aquí abajo.
-Yo podría, pero… -Digo mientras miro a mi ala.
– ¿Quién te hizo eso? – Mencionó mientras se acercaba a mi ala.
-Los de mi propia especie…Quería volver a sentirme como antes de que todo el mundo me dejara de lado, salió peor de lo que esperaba.
Se acercó a mí, me dio la mano y me sonrojé.
-A mí también me han dejado de lado los de mi especie, juntas podremos. ¿Cómo te llamas? ¿Tomate?
Ay Dios vio mi cara ¿Verdad? Ya lo que me faltaba.
Me llevó a una casa en un árbol, me dejó dormir en su cama. Todas las noches se formaba un claro en la niebla que dejaba pasar la luz de la Luna hacia la casita. Podía ver como ella suspiraba sentada en una rama mientras contemplaba la Luna. Los meses seguían pasando, mi ala iba mejorando. Todo iba bien hasta que una noche la vi un poco alterada. Estaba mirándose a un espejo, mientras lloraba. Me preocupé, me acerqué a ella y le abracé por detrás.
-¿Estás bien?- Le abracé más fuerte
-Tengo miedo de que te descubran los de mi especie. Hace varias noches los vi rondando por el bosque. Si nos pillan no sé qué vamos a hacer. – Dijo entre sollozos.
-Tú me dijiste hace meses que juntas podremos.
Y como el primer encuentro agarré su mano con gentileza y la dirigí hacia la rama donde se sentaba todas las noches. Esa noche había Luna llena. Se sentó, no la iba a dejar sola mientras lloraba mirando a la Luna. Aproveché para sentarme a su lado y mirarla más de cerca. Miré a la Luna, la miré.
-Sabes… La Luna es hermosa, ¿no? – Me acerqué más a ella
-Eres la única que realmente me quiere, puedo morir feliz- Me miró y se acercó Te quiero tomate- Dijo mientras sonreía.
Le toqué la mano, esto dio paso a un beso. El momento más feliz de mi vida. La mejor sensación. Se sentía como si estuvieras volando sin alas, pero a la vez como si estuvieras viajando por el espacio. Realmente la amaba. Esa noche dejé que ella durmiera en la cama, le dije que me ocuparía de vigilar. Así que me quedé en vela mientras le acariciaba el pelo. Ese pelo suave, de color castaño con mechitas rubias. La mañana siguiente decidí preparar yo el desayuno, cuando lo preparé me acerqué a la cama y le di un beso en la mejilla.
-Arriba- dije mientras ponía la bandeja con su desayuno sobre la mesita de noche- es un largo día y hay que estar lista para todo.
-Buenos días tomatita- Dijo mientras se estiraba. Que mona.
De repente a lo lejos se escuchaban gritos. Parecían numerosas personas. Parece que vienen a por nosotras.
– ¿Oyes eso? – La miré mientras se tomaba su café- Creo que vienen hacia aquí
– Imposible, esto está lo más alejado de los de mi especie. – Dijo mientras dejaba el café sobre la mesa.
Durante ese tiempo que estábamos conversando, mi suposición se hizo real, venían a por nosotras. Eran casi 50 personas de la especie Dilopkirin. Me buscaban y quien sabe lo que le podría pasar a ella por haber resguardado a una fugitiva.
-Además, si nos pillan…- Paró de hablar.
Acababan de romper la puerta de nuestra humilde casita. Desde que llegué aquí ella tenía miedo de que esto pasase, pero con el tiempo al ver que no venían empezó a confiarse. Nunca llegó a pensar que nos pillarían tan desprevenidas.
– ¡Alto ahí Alatus! ¡No debes estar aquí después de todo lo que nos hicisteis, deberías estar muerto como los demás que cayeron! – Me gritó un señor de la especie Dilopkirin con una lanza en la mano. – Utilizaré alas para hacerme una linda capa.
Me levanté oponiéndome al señor. Di un paso, luego otro paso, y así hasta que llegué a varios centímetros de su cuerpo. Cuando el sujeto estaba empuñando el arma, ella me empujó.
-Tú también deberías estar muerta, has traicionado a los de tu especie Agarraba la lanza con más fuerza.
-Corre Alatus, sálvate tú. – Gritó mientras me miraba. Le empezaban a brotar lágrimas de los ojos.
De ninguna manera la iba a dejar ahí. Después de todo lo que ella ha hecho por mí, todo lo que hemos pasado. Quiero pasar mi vida entera al lado de ella. Le amo.
Así que le agarré del brazo con fuerza y la llevé hacia la ventana. El grupo de personas comenzaron a perseguirnos hasta la ventana de la casa. Esa preciosa ventana.
– ¡¿QUÉ HACES TE DIJE QUE HUYERAS?!- Intentó soltarse
-Juntas en esto, cuídame y te cuido, va a ser nuestra frase. – Mencioné mientras me subía a la rama.
– ¡Qué no escapen! – Gritó el señor
Me posicioné en la rama.
-Agárrate fuerte, después de muchos meses sin poder volar no sé cómo va a salir esto, habrá muchas turbulencias, jejeje… – Dije mientras reía.
Se agarró fuerte a mí. Noté su corazón, su agarre. Tenía miedo y yo también. Sin dudarlo, salté. Justo antes de que me pillaran. Caíamos en picado, otra vez vuelta al inicio. Mi mente no sabía qué hacer. Hasta que logré abrir las alas de nuevo, que bien se sentía. Estaba descubriendo una nueva sensación. Tan nueva y distinta que no sabría cómo explicarla. Volar tras varios meses, mientras llevas en brazos a la persona que más amas. Mientras ascendíamos pudimos ver al señor y su pandilla de cazadores. Algunos estaban llorando, otros partieron sus lanzas de la rabia. El señor nos estaba mirando con rabia, pero no lo demostraba como los demás. Los dejamos de lado. Tras varios segundos batiendo las alas llegamos por encima de la niebla. Se podía ver mi ciudad y un bonito amanecer.
-De ahí es donde vienes, ¿no? – Dijo mientras señalaba mi ciudad. –Nunca pensé que el mundo encima de la niebla fuera tan bonito.
-Prefiero el tuyo. – Comentaba mientras la miraba, era duro mantener el vuelo con alguien encima- Me gustaría descansar, pero ya en mi ciudad no soy aceptada. Toqué el “suelo”, según un dicho de aquí los que lo tocan ya sé por qué no son aceptados, saben la verdad. La verdad de que mi especie es la peor de las dos. Vosotros deberíais estar aquí arriba conviviendo con nosotros. Pero los Alatus en el fondo son unos mentirosos. Os echaron por ser honestos y buenas personas.
-A mí me dejaron de lado por intentar convencerlos de ayudar a los que caían debajo de la niebla. Todavía tienen el sabor amargo del pasado. Pero que se le va a hacer.
-Bueno, ¿Qué hacemos ahora? No tenemos casa, no nos aceptan en ningún lado. Podríamos ir cambiando si nos descubren aquí arriba volvemos abajo y así sucesivamente. –Dije de forma segura.
– Es muy arriesgado. Tengo una idea mejor. Cuando era pequeña leí que existían más sitios en este mundo. No solo esta zona. Por ejemplo, hay una zona montañosa, un desierto con habitantes gigantes, una jungla… ¿Por qué no los exploramos? Siempre que estemos juntas podremos con todo. ¿Recuerdas?
-Pues vamos allá- Dije riendo- ¡Rumbo al desierto!
Y he aquí nuestra historia, tras visitar el desierto fuimos a la zona montañosa, a la jungla con pájaros gigantes y descubrimos todo el mundo. Cuando ya éramos más mayores nos asentamos en una linda colina. Todas las noches salíamos a mirar las estrellas.
-Cuando me muera me convertiré en estrella y luego cuando tú lo hagas también te convertirás en una que esté a mi lado. Cuídame y yo te cuido, recuérdalo hasta el fin de tus días- Me decía.
-Te amo.
-Yo más.
Unos años más tarde morí mientras dormía. Tras mi muerte ella seguía viviendo. Recolectaba flores, ayudaba tanto a los animales del bosque de al lado como a los viajeros desorientados. Todas las noches se sentaba en una silla del porche a contemplar las estrellas. Lugar donde moriría ella. En paz, con nuestra frase en mente. Nadie conoció nuestra historia, pero… Quién sabe… A lo mejor reencarnaremos para darla a conocer.
Dato curioso: Stello Alatus significa estrella alada en latín. Mientras que Stello Dilopkirin procede de dos idiomas stello del latín, estrella. Y dilopkirin del kurdo, caída.